Fábulas para primaria

Hola Niñas y niños!, espero que estén muy bien!

Esta es una invitación a leer las fábulas adjuntas, y al final hacer una reseña sobre ellas.

Debe ser un relato de la historia, mucho mas corto y en sus propias palabras. 

Como siempre, es de carácter voluntario y no genera nota. Tómenlo como un reto, como un juego.

 

Los dos perros del cazador

 

Adaptación de la fábula de Esopo

Érase una vez un hombre que vivía en una casa de campo y tenía dos perros buenos y fieles. Cada uno cumplía una función muy diferente. Uno de ellos, negro y de cuello largo, era quien acompañaba al dueño cuando se iba de caza, mientras que el otro, algo más pequeño y de color canela, se ocupaba de vigilar la vivienda para que no entrara ningún ladrón.

Al perro cazador le gustaba salir de cacería pero siempre acababa agotado y con el cuerpo lleno de agujetas. Su misión era ir unos metros por delante de su amo oteando el horizonte y olfateándolo todo por si percibía algún movimiento extraño detrás de los arbustos. Cuando notaba que en ellos se ocultaba algún animal despistado como un conejo o una perdiz, daba la señal de alerta con un ladrido y salía corriendo para intentar capturarlo.

No, no era un trabajo fácil. A veces se pasaba horas y horas sudando la gota gorda para nada, pues al llegar la noche no había conseguido atrapar ni una mosca.

En otras ocasiones, por el contrario, pensaba que el esfuerzo había merecido la pena porque regresaban a casa con tres o cuatro magníficas piezas ¡Qué orgulloso se sentía  cuando su amo le felicitaba con unas palmaditas en el lomo!

– ¡Buen chico! ¡Eres el mejor perro cazador que he visto en mi vida!

Su compañero, el perro guardián color canela, siempre salía a recibirles moviendo la cola y dando saltitos. Como buen animal de compañía que era se ponía muy zalamero con su dueño y se le tiraba al pecho para darle lengüetazos en la barbilla. Después, el hombre se dirigía a la cocina, abría la saca y les regalaba una presa.

– ¡Tomad chicos, una para cada uno que a los dos os quiero por igual y así no hay peleas!

Como es lógico al perro casero le parecía el mejor obsequio del mundo, pero al perro cazador no le hacía ni pizca de gracia ¿Te imaginas por qué? Pues porque no le parecía justo recibir el mismo regalo cuando solamente él había trabajado durante toda la jornada.

Un día se hartó y le dijo a su amigo:

– ¿Sabes qué te digo? ¡Me siento muy ofendido por lo que está pasando! Yo me paso las tardes enteras cazando mientras tú te quedas aquí tan ricamente tumbado sobre una esterilla tomando el sol.

Su amigo le contestó  sin mover ni un músculo y como si la cosa no fuera con él.

– Reconozco que tu trabajo es muy duro y en cambio yo ni me canso, ni me muevo, ni me altero. Lo mío es comer y roncar ¡Una auténtica bicoca!

El perro cazador se enfureció.

– ¡¿Y a ti te parece bien?!  Yo corro, salto y ladro durante horas dejándome la piel y tú venga a dormir a pierna suelta. No sólo es injusto sino que encima nuestro amo nos lo agradece por igual dándonos el mismo regalo cuando soy yo quien ha hecho todo el trabajo ¡Yo me lo merezco pero tú no!

El perro guardián meditó sobre estas palabras y le contestó con la misma parsimonia.

– Amigo, tienes toda la razón.

Al perro cazador le hervía la sangre.

– ¡Pues claro que la tengo!

El tranquilo perro guardián, hasta las narices de recriminaciones, le contestó un poco cabreado:

– ¡Sí, la tienes, pero si quieres quejarte, quéjate ante nuestro dueño, porque yo no tengo la culpa! Él fue quien en lugar de enseñarme a trabajar, me enseñó a vivir del trabajo de los demás ¡Yo solamente cumplo órdenes!

El perro cazador se quedó petrificado porque lo cierto es que su amigo había dado en el clavo: solo se aprovechaba de una situación ventajosa que le habían puesto en bandeja.

Comprendió que última palabra la tenía el amo, así que se fue a hablar con él para convencerle de que, si les quería por igual, lo razonable era repartir el trabajo de caza entre los dos.

El hombre escuchó las quejas y afortunadamente lo entendió. A partir de ese día entrenó al perro guardián para ser un hábil perdiguero y una vez que estuvo preparado, comenzaron a salir de cacería los tres juntos  y a repartir el botín de manera justa y equitativa.

MORALEJA: En la vida debemos aprender que las cosas hay que ganarlas gracias al esfuerzo  y al trabajo personal. Intenta formarte y superarte cada día en todo lo que hagas y verás cómo te sentirás orgulloso de tus logros.

Los dos perros del cazador(c) CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA

 

 

 

 

El gran viaje de Rok

El marciano en su nave espacial

Un pequeño cuento cósmico para niños terrícolas

El extraterrestre Rok estaba harto de vivir en Súlex, un planeta árido y silencioso perdido en el universo. Cada día era igual que el anterior y ya no lo soportaba más.

  • Entre que somos pocos y no hay nada interesante que hacer, me aburro más que una piedra pómez.

 

 


Acababa de cumplir trescientos años y, dado que su esperanza de vida era milenaria, todavía se veía a sí mismo como un tipo joven con muchas ganas de disfrutar y cumplir algunos deseos pendientes.

 

  • Creo que salir de la rutina y conocer sitios nuevos me vendrá muy bien. ¡Ha llegado el momento de concederme un capricho y lanzarme a la aventura!

¡Dicho y hecho! Para celebrar cifra tan redonda decidió tirar la casa por la ventana y regalarse un viaje espacial. Si algo le apetecía con locura era ver mundo, o mejor dicho, otros mundos.

En el planeta Súlex no había estaciones del año ni nada parecido, pero sus habitantes sabían que cuando la luz del amanecer era anaranjada se daban  las condiciones perfectas para volar por el espacio. Por esa razón, Rok aguardó  la llegada de una mañana color salmón para cargar a tope la batería de su nave último modelo y salir a investigar fuera de los límites conocidos.

  • Al fin voy a realizar el viaje sideral que tantas veces he soñado. ¡Qué emoción!

Los extraterrestres no necesitan traje de astronauta para volar y mucho menos un casco que aplaste sus delicadas antenitas verdes, así que Rok solo tuvo que ponerse unas gafas especiales para poder ver con claridad y pilotar seguro  entre tanto polvo cósmico.

  • Ya estoy listo para partir. ¡Adiós, planeta Súlex!

Entró en su moderno platillo volante, cerró la escotilla, se sentó frente a la complicada pantalla de mandos, y apretó un botón cuadrado que le puso en órbita en un santiamén.

  • Tres… Dos… Uno… ¡Despegue!

¡Rok estaba entusiasmado! Recorrer la galaxia a velocidad supersónica no era cosa que uno pudiera hacer todos los días; pero además, tenía otra gran motivación: quería ser el primero de su especie en alcanzar el sistema solar.

Tras muchas horas surcando el espacio, negro como la boca de un lobo, lo consiguió.

  • ¡Bravo, bravo! El camino ha sido largo, pero no hay nada imposible cuando uno pone ilusión en el objetivo. En fin, veamos qué hay por estos lugares tan alejados de mi  civilización.

Rok fue pasando por delante de los planetas más importantes y vio que no llegaban a la decena. Tras un rato observándolos  detenidamente,  tuvo que admitir que se sentía decepcionado, pues  excepto  uno que tenía un enorme anillo alrededor, todos le parecieron más o menos iguales.

  • ¡Vaya, no es lo que yo me esperaba! Veo un planeta rojo lleno de dunas, otro cubierto de cráteres, aquel pequeño donde debe hacer un frío terrible… ¡Aunque parezca mentira, ninguno es mejor que el mío!

Allí, en medio de la oscuridad solo salpicada por el fulgor de alguna estrellita lejana, empezó a plantearse dar media vuelta.

  • Nada por aquí, nada por allá… Si lo llego a saber no me muevo de casa. ¡Ni siquiera veo una estación de hidrógeno líquido donde repostar!

Rok se dio cuenta de que su andanza interestelar estaba a punto de finalizar.

  • De nada sirve engañarse, esto es lo que hay. Regresaré a casa antes de quedarme sin combustible.

Iba a girar los mandos cuando de repente, al fondo a la derecha, divisó una enorme esfera que destacaba entre las demás.

  • Pero… ¡¿qué es eso?!

Para asegurarse de que no se trataba de un efecto óptico, achinó sus grandes ojos saltones.

  • Yo diría que se trata de un planeta, pero un planeta muy raro porque tiene más colores que el resto de sus vecinos.

Estaba tan intrigado que pisó a tope el acelerador y se aproximó para verlo mejor.  Como la mitad estaba a oscuras se situó frente a la zona iluminada por el sol, a una distancia adecuada para poder hacer una buena valoración.

  • ¡Vaya, qué interesante! Distingo zonas montañosas casi desérticas, pero también grandes áreas verdes cubriendo la superficie. Y esas extensiones azules… ¿serán océanos?

Rok estaba absolutamente fascinado.

  • Aunque es arriesgado, si no bajo a explorar me arrepentiré toda la vida.

Eligió un punto al azar e inició la maniobra de descenso. En cuanto aterrizó apagó el motor, se quitó las gafas, abrió la escotilla, y antes de salir asomó la cabeza para comprobar si la zona era peligrosa.

  • Mis antenas no detectan ni señales extrañas ni la presencia de posibles enemigos. ¡Vamos allá!

Rok abandonó la nave de un salto y se quedó maravillado al comprobar que, bajo un cielo azul salpicado de nubes como jirones de algodón, se extendía una maravillosa y exótica playa tropical. Acababa de llegar al planeta Tierra.

  • ¡Ay madre!… ¡Esto sí es un verdadero paraíso!

Durante unos minutos no pudo ni moverse, sobrecogido como estaba por tanta belleza. Cuando pudo reaccionar, dejó atrás la nave y comenzó a dar pasitos cortos en dirección al mar. ¡No te puedes imaginar el placer que le produjo caminar sobre la arena blanca templada por el sol y respirar aire fresco con aroma a sal!

  • ¡Qué gozada! Es el lugar más hermoso que he visto en tres siglos de vida.

Estaba feliz y emocionado cuando, súbitamente, empezó a encontrarse fatal.

  • ¡Uy, vaya, creo que me voy a desmayar! Imagino que es porque hace muchísimas  horas que no como nada.

A diferencia de la Tierra, donde reina la naturaleza, en Súlex no existen los seres vivos, ni los animales ni las plantas, y por eso sus únicos habitantes, los extraterrestres, se alimentan a base de productos sintéticos que ellos mismos fabrican con restos de basura espacial. Para el hambriento Rok era urgente encontrar alguna pieza industrial que llevarse a la boca.

  • Algo tiene que haber que sirva para activar mis circuitos…  ¡Con un par de tornillos o una trozo de papel de aluminio me conformo!

Se adentró en la zona de bosque y vio matorrales plagados de moras, arándanos y frambuesas, pero claro, eso no era comida para él. Tampoco pescar entraba dentro de sus opciones pues, al contrario que para los humanos, los peces podrían resultar dañinos para su organismo.

  • Necesito reponer fuerzas o mi sistema eléctrico interno se desconectará para siempre.

Volvió a la playa casi arrastrándose, y al pobre le entraron muchas ganas de llorar.

  • Debí traerme un saco de residuos para resistir al menos una semana. ¿Cómo he podido ser tan insensato? Si no encuentro algo antes de que anochezca, empezaré a echar humo por las orejas y me apagaré sin remedio.

De repente, una ola rompió contra la orilla y lanzó una vieja botella de plástico a sus pies.

  • ¡¿Qué ven mis ojos?! Pero si es comida… ¡y de la buena!

Cogió el recipiente antes de que el mar lo devolviese a las profundidades  y empezó a salivar.

  • ¡Qué suerte la mía! ¡Menudo manjar!

Rok echó la cabeza hacia atrás, metió la botella en la boca, la trituró con sus potentes mandíbulas alienígenas, y la engulló.

  • ¡Oh, sí, estaba deliciosa!

El extraterrestre notó cómo se reactivaba la corriente en el interior de sus cables conectores.

  • Gracias a este aperitivo me siento un poco mejor. Voy a ver si hay más.

Rok se adentró en el mar y vio que el fondo estaba plagado de botellas de detergente vacías,  latas oxidadas, trozos de cristales, y muchos otros artículos contaminantes que seres humanos sin escrúpulos habían tirado al agua.  Esos desperdicios, llegados de lugares supuestamente civilizados a través de las corrientes marinas,  eran para Rok auténticos alimentos  ‘gourmet’.

  • Estos plásticos, neumáticos y objetos de latón son dignos de un banquete de lujo. Decidido: ¡me quedo en este planeta para siempre!

Desde ese lejano día, el pequeño y curioso extraterrestre Rok habita entre nosotros, y aunque él no lo sabe porque nadie se lo ha contado, cada vez que come está haciendo un gran favor al medio ambiente. De hecho, hay quien sospecha que, gracias a esa ‘labor de mantenimiento’,  el rinconcito en el que vive es uno de los más limpios y hermosos  que existen en nuestro querido planeta Tierra.

¡Ah! ¿que quieres saber cuál es? Siento decirte que no lo sé, pero te sugiero que si alguna vez tienes la oportunidad de visitar una playa solitaria, de esas  que parecen de película,  te fijes bien en sus aguas cuando vayas a bañarte. Si son cristalinas y casi no tienen desperdicios, mira a tu alrededor por si ves algún alienígena verde durmiendo la siesta bajo el sol.